Por Santiago Rivas.
"Soup, 20 años después"
Cuando salí de Discos La Rumbita, aún no sabía pensar de ese
disco que había comprado. Soy un comprador compulsivo. Siempre lo he sido,
incluso en esos días en que tenía la poca plata que puede tener un niño de
clase media a sus 13 años. Simplemente tenía ganas de gastarme esos veinte mil,
que no recuerdo de dónde llegaron, en algo de música. Había en la Bogotá de los
90 tiendas de música especializadas en todo, en donde los vendedores podían
sentarse a contarte de qué iba cada uno de los discos, cada uno más exquisito
que el otro. Pero mi afán no me daba para esperar un día más, o dos. Yo
simplemente caminé las tres cuadras que separaban la tienda de discos más
cercana de la casa de mi abuela, buscando un nuevo CD para poner esa noche en
el equipo de la casa.
Afortunadamente, esa compulsión casi siempre ha estado
amparada por una buena dosis de intuición. Cuando vi la portada (un hombre con
barba tomando sopa de letras, foto en picado con paleta de colores clásica del
rock alternativo) entre tantas cosas que no me gustaban y tantas otras que no
me convencían, fue el único disco que no solté. Ya había visto por MTV los
videos de sus dos singles, “Galaxie”
y “Toes Across The Floor”; di un repaso por cada una de las canciones, sin
detenerme demasiado. Volví a hacerlo y tomé la decisión, sin pensarlo más. Esa
noche oí el Soup, segundo álbum de Blind Melon, dos o tres veces. Había dado en
el blanco —menos mal, porque no tenía plata casi nunca—. Con el tiempo se
perdió el disco, no sé si lo regalé o lo vendí para poder comprar uno de
industrial. Pero recuerdo todavía esa primera noche, cada vez que lo oigo
completo.
Es un disco bastante más oscuro que el primer álbum de la
banda. Habían pasado de ser unos hippies que tocaban en un campo de flores
amarillas, a tener una imagen más acorde con el espíritu oscuro del alternativo
noventero, empezando por Shanon Hoon, su vocalista, que del pelo largo liso y
los jeans bota campana pasó a maquillarse los ojos y hacerse el pelo a lo rockabilly. Ni siquiera tendría que
estar mencionando este cambio: dos meses y seis días después de la publicación
de su segundo álbum de estudio Hoon fue encontrado muerto por una
sobredosis de cocaína. Pero eso no importaba cuando grababa sus videos en mi
VHS, mucho menos cuando daba la cuarta o quinta vuelta al Soup, que me acompañó
por algunos años.
El sonido, en términos generales, no es muy distinto del que
lograron en el primero, autotitulado. Sincronía y juego entre las dos
guitarras, una batería bastante sencilla, casi tirada hacia la elocuencia, y
juegos con el bajo que cada tanto sorprenden. A veces más rockeros, a veces más
alternativos, a veces más hippies; Shanon Hoon cantando a veces habla y
pregona, a veces alcanza notas bastante altas. Van de un compás al otro, sin
pelear. Entre “Galaxie” la primera canción y “Car Seat (God’s Presents)”, hay
una distancia de varias bandas. Y sin embargo se mueven. Van del bluegrass al
funk, al postpunk, al sonido indefinible de su década (nuestra década). Se les
reconoce porque son versátiles y talentosos, lo que hace aun más triste que
hayan desaparecido con la muerte de su cantante. O bueno, regresaron en 2008,
pero esto casi cuenta como un dato curioso. Vamos a las canciones.
(Blind Melon en la época)
Galaxie empieza con una declaración, que en resumidas
cuentas es una despedida. Al menos así lo parece, por la muerte de Hoon. Pero
tiene sentido esto que les digo. Luego viene una canción que de ninguna manera
recuerda al Blind Melon que todos conocíamos. Más fuerte, más oscuro, más
sensible, incluso. Más honesto, pero eso es común en un segundo álbum
(recordemos: Siamese Dream, Surferosa, Nevermind, etc. ).
El riff que abre
“2x4” es precioso. La canción, de hecho, es preciosa. Tiene picos y valles, y
solos de guitarra con sus armónicos completos. Dialogan la voz y las guitarras,
el bajo acompaña. Pasa de la calma a cierto tipo de euforia, usan el trémolo,
puntean y rasgan. Es una canción muy completa, de verdad. Mi favorita del
álbum, si eso les importa. Para oírla varias veces hasta que es completamente
distinta de esa canción que oyeron la primera vez.
“Vernie” es una canción más tranquila (con ritmo en 3/4). Robusta, en la medida
en que todo suena al tiempo, como en el rock de los setenta. Es una
colaboración. No sé cómo habrá sido hecha, pero parece compuesta en conjunto.
El ritmo es lento, pero todos los instrumentos funcionando al tiempo la hacen
una canción poderosa. “Skinned” tiene el espíritu folk de Blind Melon completamente vivo. Suena un banjo, las
guitarras acústicas y el espíritu de carretera de la música del sur y el medio
oeste de los Estados Unidos. La letra, por supuesto, habla de alguien que hace
objetos de pedazos de humanos (Ed Gein). Ay, los noventa…
“Toes Across The Floor” es perfecta. La canción arranca con
un arreglo, se suelta luego, en una descarga. La letra habla sobre se mismo
proceso, de cómo alguien va perdiendo la calma. El video, incluso a pesar de la
actuación desastrosa del baterista, es excelente. Luego viene “Walk”, que
recuerda el primer álbum, sin mucho optimismo pero con mucha armónica. “Dumptruck” pasa de sonar como una canción de bar de
motociclistas, a tomar el ritmo alternativo. Se nota que lo disfrutan; tiene
momentos como de Red Hot Chilli Peppers, tiene momentos como de Jane’s
Addiction, pero es Blind Melon siempre. No podría explicarlo mejor. “Car Seat (God’s Presents)” es una canción con una cadencia inusual. Parece un tango a
ratos, pero usa grabaciones de voz distorsionadas, y un violín que va con el
ritmo sureño. Hermosa canción.
“Wilt” tiene esas notas del campo americano que luego serían
perfeccionadas por Jack White. Es una canción folk, con todas las variaciones y
arreglos correspondientes a una banda como Blind Melon, pero teñida por un
pesimismo tan de su época, que es irrefutable. “The Duke” es otro gran tema alternativo, un poco sicodélico,
un poco folk, un poco rock. En seguida llega “St. Andrews Fall”, que es una
canción simple al comienzo, que va volviendo cada vez más esquizoide.
Ciclotímica, podemos decir. Muy bonita, claro está, pero de un altísimo nivel
de tribulación.
“New Life” va progresando hacia un sonido más denso, más rápido, más desesperado. Y así, progresa hacia dos canciones en las que la voz de Shanon Hoon va derivando hacia la de Janis Joplin, cada vez más agudo y más carrasposo. “Mouthful Of Cavities” y “Lemonade” cierran este álbum. Llegan las trompetas, como al comienzo, y el aplauso. Es un trabajo redondo, lleno de sonidos. Es un disco como todos los de su generación, inquieto y disperso y caótico y sufrido. Lastimosamente tan sufrido, que después de eso solo vinieron álbumes póstumos y un trabajo sin mayor bombo. Puede que Def Con Dos tenga razón y haya que odiar a los mártires del rock, pero debemos reconocer que siempre dejan algo maravilloso a su paso.
Feliz aniversario!
El concierto en el Metro de Chicago es magnífico y se puede observar todo aquí
Uno de los campeones indiscutidos de 1995.
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