martes, 28 de julio de 2015

Sabotage - Cuadragésimo Aniversario


Por Diego Chalela.

La primera mitad de la década de los setenta fue un camino ascendente y libre de obstáculos para Black Sabbath. Con el homónimo Black Sabbath de 1970, el grandioso Paranoid del mismo año que los catapultó a la fama, el Master of Reality de 1971 (pieza fundacional del stoner), el Vol. 4 en 1972, y el polifacético Sabbath Bloody Sabbath de 1973 en el catálogo, para ese entonces ya eran la mítica banda que sentó las bases del heavy metal como estilo de vida, posición ante el mundo occidental y una manera de sentir.

Posicionados cómodamente en el mercado con su propuesta oscura, envolvente, fiel a sus raíces blueseras pero abierta a toques experimentales, el 28 de julio de 1975, ante un público comprometido con la inquebrantable marca sónica y lírica de OsbourneIommiButler y Ward, vio la luz el Sabotage. Ahora, más allá de la música las cosas no eran del todo tranquilas para Sabbath y su sexto álbum fue una respuesta honesta y visceral a la serie de incomodidades que enfrentaban en el momento, pues además de ser un grupo de artistas talentosos en constante evolución, eran también una lucrativa empresa rodeada de parásitos.

Todo el proceso de composición y grabación se llevó a cabo en medio de litigios y problemas legales con el antiguo manager de la banda, quien los demandó una vez fuera despedido por desviar dinero a destinatarios ilegítimos. De los trámites legales, las frecuentes citaciones y visitas a los tribunales, entre otras realidades de la fama y el exceso surgió el nombre del álbum, que revela el clima de tensiones, dudas y resentimientos que entorpeció el proceso de creación como hasta entonces lo conocía Sabbath. Pero ante ése sabotaje la banda reaccionó con firmeza: Sabotage es una obra poderosa, llena de matices y sorpresas que profundizan la expansión artística sin dejar de lado su esencia. Claro que esto dejó ver las primeras rupturas en su evolución, señales de lo que serían los discos por venir, aquellos que coincidieron con la separación de la formación original y el fin de los años setenta.

Indudablemente, el arranque del álbum es una declaración de principios. Hole in the Sky es una furiosa bienvenida al oyente que anuncia 44 minutos de poder. El clásico riff estridente que se repite una y otra vez a lo largo de casi toda la canción al compás de la galopante secuencia rítmica de la batería, se complementa acertadamente con el sentido desesperado de la letra “I’m looking through a hole in the sky, I’m seeing nowhere through the eyes of a lie”. Todo funciona. Es Sabbath en su más pura esencia, rabioso y contundente. 

Después de un corte abrupto que a modo de contraste amenaza con romper la intensidad del viaje (marca registrada de la casa), viene Don’t Start (Too Late), 49 segundos instrumentales al compás de un arpegio y un sutil punteo acústico de guitarra clásica. Un primer asomo progresivo del disco que va dando color a un todo lleno de variedades. También de repente, como un cuchillazo en la oscuridad sin previo aviso, arranca la joya del álbum: la legendaria Symptom of the Univese, una semilla que años después dio un fruto llamado trash, aquel subgénero glorioso de los ochenta que encuentra sus orígenes en este himno de Sabbath basado en el sencillo pero demoledor riff que solo la genialidad y el talento de Iommi podrían haber fundado.

Symptom recoge lo que hasta el momento era la banda pero también, como el álbum mismo, marca una tendencia de lo que vendría. El ritmo asfixiante, como una turbina encendida que no da tregua, define el recorrido que lidera la guitarra a base de cambios de tiempo, un magnífico solo y la eventual llegada a un jam acústico donde amables guitarras intercalan punteos y ritmos sobre la batería y el bajo mientras la letra llega a su cierre. Se trata de un viaje que va de la impotencia y el deseo de escapar a la ilusión de una realidad amable cuya esencia bien puede estar contenida en la primera estrofa de la canción: "Take me through the centuries to supersonic years, electrifying enemy is drowning in his tears, all I have to give you is a love that never dies, the symptom of the universe is written in your eyes." Una propuesta tan metalera como rockera por su fuerte base y el aire experimental y progresivo del jam final.

En este punto el listón ya está muy alto para el cuarto corte. Sin embargo, la épica Megalomania no defrauda y mantiene el nivel a su manera durante sus casi 10 minutos de duración. Inicia lenta, oscura y de algún modo depresiva "I hide myself inside the shadows of shame, the silent symphonies were playing their game, my body echoed to the dreams of my soul, this god is something that I could not control", y poco a poco va creciendo en ése tono, haciéndose densa pero envolvente, hasta antes de completarse el cuarto minuto donde un riff al mejor estilo del heavy ochentero o incluso del hard rock más comercial de aquella década, revela la otra faceta de la misma canción. Un paso de lo oscuro a lo luminoso, dos caras de una misma moneda en un gran tema que cierra la primera mitad del álbum.




(Ozzy, Bill, Geezer y Tony en la época)

Thrill Of It All deambula entre los sonidos crudos de la guitarra y la elevada voz principal cuya presencia protagónica cede el paso a los teclados cuando la canción acelera. Todo fluye amablemente, pero el tono oscuro y siniestro característico de la banda parece diluirse un poco mientras la letra expresa una cierta disconformidad frente al afán mercantil que ya para esa época era pan de cada día “For you have been taught that if your mind has been bought life’s entire answer was sold”, reflejo del contexto y el momento que vivía la banda en medio de sus conflictos legales. 

Luego viene la instrumental Supertzar, una secuencia de tres minutos a base de un riff oscuro ambientado con las voces del London Philarmonic Choir, un recurso hasta entonces inexplorado por la banda, que da un aire terrorífico y religioso a la canción. Este paso a sonidos acústicos, pero también de sintetizadores y teclados que marcan, con la presencia constante de la guitarra metalera de Iommi, podría entenderse como otra parte de la transición, un viaje claroscuro que deja atrás las bases ortodoxas del metal que sembraron, para llegar a un sonido más amplio y rutilante, con influencias del rock progresivo de la época. Am I Going Insane (Radio), el penúltimo corte, también es prueba de esto pues suena a un nuevo (o al fin de) Black Sabbath. Ahora, repite su misma base una y otra vez sin mucha versatilidad con un teclado marcando el tono y el ritmo, y su letra no expresa mucho más que la angustia por estar enloqueciendo. De cualquier forma, es interesante como evidencia de la transformación de la banda.

Y así llega The Writ última canción del álbum y única letra escrita por el propio Ozzy. Se trata de un desahogo crudo y frontal, una voz desesperada, una diatriba contra el negocio de la música, que denuncia algo de lo que vivían por esa época. Un tema que conjuga los sonidos clásicos y pesados con pasajes acústicos, de aire melancólico, en los cuales Ozzy parece decir que ya no son los mismos; que atrás quedaron los años de euforia ingenua y ascenso cuestionable de la banda en los que cualquiera podía lucrarse a costa de ellos.

Habían madurado no solo como artistas sino también como profesionales, y querían emprender nuevos recorridos, conscientes de sus propios pasos, libres de distracciones en su deseo por expresarse haciendo música.  La canción cierra con una secuencia estridente en la que el Sabbath más clásico parece despedirse reafirmando sus bases. Las de una banda de heavy metal fresca y contundente, que aunque no pretendía dejar de serlo, emprendía nuevos rumbos. Y al final, a un volumen muy bajo, suena un track escondido de unos pocos segundos llamado Blow on a Jug, un registro de Ozzy y Bill jugando desprevenidamente en el estudio.  

Hoy hace 40 años salió Sabotage, sexto álbum de Black Sabbath y parte fundamental de su discografía y de la historia del metal.

¡Feliz aniversario! 

(Mis favoritas: Hole In the Sky, Symptom of the Universe, Megalomanía y Superztar.)

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