lunes, 3 de octubre de 2011
Homero Simpson y política colombiana, juntos son una trampa.
Nota del Autor: Las comillas se usarán a continuación con el ánimo de una corrección política y no de poner en duda las nociones profundas de los términos. ¿O, si?
En plena época convergente y de “lucha por la libertad” del uso libre de información en la red hace falta una postura que ha inundado todas las demás manifestaciones de producción cultural: una crítica contundente. Tomemos distancia de la palabra crítica y solo planteemos algo que era evidente: al “democratizar” los medios todas las “manifestaciones culturales”, “productos estéticos” y “expresiones personales” deben ser admitidas escapando de la crítica y de una revisión obvia. Lo que es bueno y lo que no, lo que está bien y lo que no y el buen gusto y lo que no, escapan ante bajo el complejo Benetton de meterlo todo en la misma bolsa porque todos somos iguales y lo que hacemos debe serlo también.
La genialidad convergente, la autogestión y lo indie han llegado a las campañas políticas del país (y no me refiero a ese “yes we can” del parido verde que termino en “No, we couldn't).
Si se trata del viejo mecanismo de poner figuras reconocidas socialmente a legitimar los valores de un candidato (práctica para nada nueva y de períodos anteriores a la “democracia”) pues porqué no Homero, al fin y al cabo tiene una exposición en televisión mínima de 3 horas los sábados por la tarde y es lo suficientemente reconocido. La convergencia no por ser convergente terminará en algo bueno. Todo proceso de producción “creativa” merece cierta represión, los contenidos no pueden volar por allí por el solo hecho de ser libres. Tantos movimientos en pro del uso libre de la información deberían crear entonces un manual ético y sobretodo estético y sancionar tanta chambonada, o precisamente esta cualidad chambona demuestra el estado de la política en el país o del gusto, o de los “creativos”.
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