El Japonés Alegrón Es Una Trampa

De la Pornomiseria a la Emomiseria.

Después del auge que tuvo el video del discurso de Kenji Yokoi, titulado “Colombia, una visión diferente”, y sus múltiples repeticiones en la red, siempre quedó en mí una duda, ese algo que no parecía del todo cómodo, una sensación de amargura similar a ver una maratón de comerciales de Colombia es pasión (The only risk is wanting to stay in Colombia) con un desconectado de Juanes. Por supuesto todo ese manual de cultura empresarial japonesa aplicada a la miseria colombiana no podía ser más que una trampa.



Yokoi Kenji Diaz, un colombo-japonés que logró la fama momentánea por su discurso-sermón, al ser galardonado como uno de los 10 jóvenes más sobresalientes del país, derramó con un tono sincero (al parecer la sinceridad y honestidad están asociadas a la voz cercana al llanto y las pausas determinadas) un cuadro comparativo de cómo la riqueza no se encuentra en las posesiones, si no todo lo contrario, en la ausencia de ellas, es decir, en la resignación de no poderlas tener nunca.
El discurso de 15 minutos de duración llegó a mi por Facebook. Antes de darle play al link había un mensaje, una especie de leyenda mística que afirmaba: “Es un poco largo pero vale la pena verlo”. Debí sospechar desde el principio: cuando alguien cree que un video de 15 minutos es largo, sobre todo si éste demuestra aquello que al parecer en 200 años toda una población diversa no ha notado, todo eso debe estar mal. Ese no-sé-qué y no-sé-dónde del que al parecer no nos damos cuenta los colombianos y todo el que viene sí, me parece sospechoso.

Decidí entonces averiguar la vida de aquel pequeño karateka. Resulta que, como buen medio japonés y medio colombiano que es, se inventó una innovadora modalidad de negocio. Era de esperarse que una disciplina milenaria asociada a un afán de echar pa'lante fuera un gran éxito, y al parecer lo es. El turismo con propósito, su gran idea, no es más que traer japoneses suicidas a que vivan en Ciudad Bolívar. ¿Con qué fin?, simple: usted que lo tiene todo no se mate; si ellos que no tienen nada deberían matarse y no lo hacen, ¿porqué habría de hacerlo usted (o sumercé, para continuar con el tono patriótico)? Y a la inversa, en el caso de las personas de Ciudad Bolívar, si ése que lo tiene todo no logra ser feliz siéntase agradecido con lo que tiene.

Creo que el éxito del señor Kenji radica en sus chistes, que son de una inocencia envidiable y melcochuda, en su buen español que es asimilado como un amor eterno por la patria y, sobre todo, en el truco de la democracia, como saberse nombres de barrios de Ciudad Bolivar. -¡Eso es!-, me dije después de ver el video unas 10 veces. Entonces 15 minutos x 10 veces que me lo ví = 150 minutos para entender de verdad que dicho discurso no es diferente a las marchas por la paz y toda esa estructura de la pornomiseria de las últimas campañas publicitarias para promocionar el país.

¿Qué pensarán los japoneses suicidas de todo esto? El proyecto de Turismo con Propósito busca una complacencia en stéreo, exalta la vida sobre cualquier condición social. Si Colombia es un país donde vale la pena vivir (o vivir la pena en el caso del suicida japonés promedio), y los japoneses abren los ojos ante ello, hay que sentirse agradecido: primero, porque nos reconocen como gente feliz, felizmente pobre, felizmente violenta, felizmente conforme; y segundo, porque para que un japonés abra bien los ojos es físicamente difícil.

Agarrando Pueblo from Cinépata on Vimeo.

Agarrando pueblo vía CINÉPATA