En agosto llega el estreno a cartelera de dos largometrajes colombianos que vale la pena ir a ver. Son producciones que, en mi opinión, entran en esa categoría donde vimos "El vuelco del Cangrejo" hace dos años: de películas lentas que se toman el tiempo de presentar a sus personajes (muchos de ellos actores naturales) y de tejer una narración sencilla alrededor suyo, pendientes de los detalles porque de los detalles está hecha la vida; largometrajes con una fotografía cuidada que convierte al lugar donde se desarrolla la historia en un personaje protagónico de la misma.
Chocó - Agosto 3
(Tomado del comunicado de prensa)
Sinopsis
Chocó es una mujer negra de 27 años, que lleva a cuestas una familia de dos hijos menores y a Everlides, su esposo músico que sólo sabe tocar marimba, beber viche y jugar dominó.
Chocó es una mujer fuerte y luchadora. En la mañana trabaja buscando oro en el río San Juan y en las tardes lava ropa de otras familias para alimentar y educar a sus hijos.
Es el cumpleaños de la pequeña Candelaria, y por primera vez, Chocó le promete una torta. Sin embargo, las cosas se complican al tratar de cumplir esta promesa, desencadenando consecuencias inesperadas para Chocó y toda su familia.
Gracias a un cielo caleidoscópico
El tiempo, el paso de los días y de las horas es perceptible por un reloj infinito que marca el ritmo de la vida con finos colores. El cielo es una constante en CHOCÓ, una elipsis que acalla las tragedias internas de los personajes evidenciando la exuberancia del paisaje, de los espacios abiertos y naturales. Así, la fotografía de la película funciona como la luz del sol, de las velas, cálida y sutil, donde el artificio es imperceptible. De esta misma naturalidad surgió uno de los retos más grandes: lograr acoplarse al ritmo del sol, al movimiento de los días, para que el tiempo no jugara en su contra y se pudieran aprovechar los momentos de máxima calidad lumínica y así lograr una continuidad visual
La Sirga - Agosto 24
(Tomado del comunicado de prensa)
Sinopsis
Alicia está desamparada. El recuerdo de la guerra llega a su mente como amenazantes truenos. Desterrada por el conflicto armado intenta rehacer su existencia en La Sirga, un hostal decadente a orillas de una gran laguna en lo alto de Los Andes que pertenece a Óscar, el único familiar que conserva con vida, un viejo huraño y solitario. Ahí en una playa fangosa e inestable buscará echar raíces hasta que sus miedos y la amenaza de la guerra reaparezcan de nuevo.
Abstracciones de la niebla
Así como las nubes descargan el agua formando tormentas, LA SIRGA es una espera poética y sublime por ese momento catártico donde los personajes se desploman. Es una espera marcada por el desasosiego de la soledad de un lugar en donde pasa mucho y a la vez nada, así como la niebla, una formación gaseosa que el viento mueve a la deriva.
La bruma oculta, pero también revela figuras indefinidas que van tomando forma lentamente. Así funciona la niebla en LA SIRGA, como la metáfora de personajes con motivaciones aparentemente confusas, que se transforman en su travesía, en ese encuentro con su mundo interior, uno nublado, confuso y marcado por el miedo, el temor por aquello que esconde ese velo vaporoso.
1 comentarios:
Se ven bacanas. También hay que ver Sofía y el Terco, parece que se destaca por la dirección de arte.
Amanecerá y veremos.
Publicar un comentario